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Decidir por la muerte

La chola vivía en el tejado de la casa de mi abuela, el tejado de esas típicas casas rojas de dos pisos hermanadas de a ocho que repartió el dictador local a los pobres de las periferias de la ciudad, no era tan chicas como las que sus sucesores democráticos otorgaron en la década de los noventas en las nuevas poblaciones, ahora llamadas villas, que proliferaron en antiguos terrenos agrícolas. Hoy, en muchas de esas villas, la pasta base mata en vida a las niñ as que fueron paridas y paren en el hacinamiento. Mi abuela apenas caminaba entre murallas de su anhelado hogar, tenía ochenta años cuando conoció a la cholita, hace unos veinte había podido, por fin, habitar en una casa con suelo. Había parido doce veces y le dolían las rodillas porque se descalcificó en los embarazos y porque mi abuelo siempre le pegaba en las piernas cuando se curaba, a pesar de eso, se las arreglaba para arrastrar los pies y dejarle a la cholita un plato de sobras para que no pasara hambre. La chola paría sin
El auto familiar siempre fue uno de los pocos espacios de compartir, los traslados compensaban, en algo, lo que el dinero y la lucha diaria por obtenerlo, nos arrebataba como criaturas de entre  cuatro y siete años. Compañía y mimos. Un día así, conté algo como esto: - Tuve un sueño anoche. - En serio y qué soñaste. - Soñé que estaba embarazada y tenía gemelos. El siguiente silencio me dio a entender la desaprobación de lo que mi inconsciente estimulado por las muñecas que adornaban las repisas de mi pieza habían construido para mí la noche anterior. Mi padre, que siempre fue de sermones, nunca de gritos y golpes, comenzó con uno de ellos. - Tú no debes pensar en eso, debes preocuparte de estudiar, no de tener hijos, si eres tan chica. - No, si tienes hijos, se te acaba la vida, tienes que estudiar, trabajar, conocer, viajar primero. Escuché. Recepcioné el mensaje que años más tarde sería repetido de forma incesante hasta por mí misma. Yo no te voy a cuidar hijos. Cabras de mierda, se

Intensidades

He huido y me escondido. He ahogado las melancolías con el silencio. Con llantos que se pierden entre mi vientre y mi garganta. He deambulado tantos meses y años entre dolores que me vienen de los huesos. He mirado muchos ojos y he querido mentir y decir qué todo viene de los ojos, de miradas olvidadas. Del miedo que intenta abrazarme para arrastrarme a la quietud de las sábanas inertes. A la quietud de la nada. E intentado ocultarme. Desaparecer. Hacerme de nuevo lejos de mí . Lejos de los amores que han intentado consolarme con tantos mensajes. Renuncié a los gritos de auxilio. Debí nombrar las pesadillas, sabiendo exorcizarlas para no volver a evocarlas, o simplemente llorar y dejar que me abrazaran atravesada, llorarme por haber muerto en vida incluso antes de poder siquiera decir, no admitir que me desvanezco, que tengo los huesos rotos, que muchas veces me sorprendo mirando al vacío, mirando los buses y pensando dónde ir para encontrarme, dónde te has ido encerrada en esa escuel

El derecho a la fuga

A veces me creo libre. Voy apretada en el metro, intentando disfrutar la música esa que más que de los audífonos siento que sale rapidita de mis entrañas, como unos latidos que se apresuran en mi pecho y que suelta muchas cosas que viven en mí- y creo que en ti también- casi casi siempre, y siento ese impulso de fugarme, me lanzo del carro. Sentada en el andén, me demoro en pensar qué hacer, aunque siempre hago lo mismo. Lo primero es lo primero, inventarle una mentira al jefe. Al jefe que ya no me cree. Alguna vez pensé que era inútil mentirle- ojalá no lea esto, que necesito la plata- y dejé de hacerlo, pero se enojó más, incluso sabiendo que le miento, así que decidí escribirle igual la mentira respectiva sin falta. Me enfermé. Se enfermó la guagua. Tuve que salir de Santiago. Estoy en una crisis existencial dramática y suicida. No, eso nunca le he escrito, aunque creo que eso se imagina. Es que no me puedo escapar de mi realidad de mami tan fácilmente si

CRISIS

Año 97. La crisis, la sequía, las inundaciones, que llueva que llueva la vieja está en la cueva, la cola de los obreros afuera de la obra, los departamentos regalados por la nueva democracia tapados con nylon bajo la lluvia, las protestas por el derecho a una casa, los niñitos helados de cualquier campamento en la vitrina de los lamentos, las ilusiones de la gentes aplastado bajo la suela de los zapatos embarrados, más asfixiada que la niña tapada por un plástico después de que no escuchó la micro por ir con audífonos intentando sentir la vida, porque todos confiaron en una mejor vida, hasta el año 97. Qué rápido se nos olvida la crisis y miramos con indiferencia a siete mil personan andando por una vida, que avanzan perdiendo, porque es mejor caminar hacia adentro, hacia la tierra, no hacia el norte. La estrella del norte nunca iluminó realmente el camino de los esclavos. Era una ilusión. Solo encontramos calor de las estrellas entre nosotros, apoyándonos en la hoguera sobrevivenc

quien fui

A veces me desespero y lo saben. Miro por la ventana horas e invento momentos. Te pido que me digas algo… me dicen distintas cosas pero todas tienen que ver con el hacer, hacer, hacer, hacer… hacerse, hacerme… teorizo y divago y siento un vacío al ver la pequeñez de mis frutos, a veces quisiera ser una ventolera y levantar el polvo para que mis hermanas se hagan invisibles para concretar lo que hemos tramado sobre la almohada con ojos brillantes y con carcajadas, nuestros aprenderes y desafíos… el ímpetu que nadie nota y que es mejor callado, caritas dulces, y negros pensamientos, como dicen por ahí… te llamo por teléfono y te digo que necesito hablar, a veces quisiera un camino, estrategias pienso, aunque sea un invento, para no sentirme en esta perpetua incertidumbre deseosa de algo nuevo, de algo ardiente, de algo libre y fugaz…una de ustedes me escribió el otro día que podemos disfrutar mientras lo intentamos, mientras nos amamos y construimos… tantas cosas que se escuchan. Golp

Vestido Azul

Ella se me acercó, era de esas noches grises y pesadas, yo iba a algún lugar con mis padres siempre distraída mirando el piso, imaginándome en otro lugar como es habitual y ella se acercó a pedir ayuda. A mí no me gusta hablar con desconocidas, pero al parecer la gente siente deseos de acercarseme a hablar, intenté no tomarla en cuenta pero no pude, sus ojos negros y sus risos, sus mejillas y el vestido azul, la fuerza de mirada, su decisión expresada en su desenvolvimiento, la fortaleza que emanaba de sus deseo...a veces siento que está a mi lado o cierro los ojos y la veo. No sé de dónde es, si de este mundo u otro, no sé dónde estuve cuando la encontré, pero en ese entonces estaba frente a ella, en el suelo de cemento mientras intentaba convencerme de que estaba muerta. Para probarlo, me pidio que la tocará y la apreté a la altura de los hombros, evidentemente era más blanda que yo, de una textura única, me asusté, pero aún así dudaba. Me pidió ayuda y no sé decir que no.