EL EXTRATERRESTRE


Sus ojos entre grises y negros parpadeaban mirando la lluvia afuera, al otro lado del vidrio, en donde los árboles se mecían y derramaban dulces gotas que a ella le parecían bellas sobre el pasto y las flores mientras el cielo avanzaba lejano, blanco y esponjoso y su madre la arropaba protegiéndola del frió del invierno.
- ¿Cuándo me dejarás salir?
- Cuando pare de llover.
- Yo quiero salir para que llueva sobre mí y poder sentir el frío y las nubes y el agua que salpica y marcar mi ropa con mis manos…
- Bueno, pero ahora vas a dormir, porque es muy tarde.

Yo no quiero la lluvia dulce, ni las entrañas de la tormenta, ni arco iris de colores, quiero a mi amiga, a la de siempre, a la que mira sonrojada por la ventana, a la de los ojitos negros y grises que parecen
lunas plateadas. La quiero a ella corriendo atrás de mí, inventando juegos nuevos, con ella los juegos se me hacen entretenidos y olvido el tiempo, el cansancio y el hambre. En primavera, corremos por los cerros y buscamos colores por todas partes, colores nuevos y nuevas hojas… nos gusta mirar los árboles… parece una muñeca cuando su mamá la peina, pero a mí me gusta toda sucia y contenta.

El teléfono suena dos veces y la niña corre por él, es su amigo, el de siempre, que quiere hacer un túnel invisible y jugar, inventar paisajes y lugares nuevos para explorar.

“Yo acompañé a mi mamá a un negocio en donde habían pasteles gigantes y se los daban a los niños, eran de chocolate y, mientras te los comes, haces túneles que te llevan a una ciudad encantada en donde el cielo está cristalizado para que no derrita las casa, y los niños están inmóviles, porque si se mueven el chocolate se partirían y ellos morirían, era triste, porque a pesar de tener pena sus rostros sonreían por no poder moverse” yo también fui con mi mamá a esa tienda, ¿enserio? Sí, pero hace mucho tiempo así que no me acuerdo muy bien, oye, te tengo un regalo ¿De verdad? Yo también, ojalá nos veamos mañana en el colegio… no, suspendieron las clases… porque se hace tan largo el invierno si es tan linda la lluvia y tus ojitos mojados…
Yo no quiero dormir, te miro a cuatro metros sentado en tu cama, inventamos juegos e historias con tus muñecas.
- Mamá yo no quiero dormir.
- Mamá yo no quiero comer, es tan aburrida la vida en casa…
Quiero salir a correr y contar mentiras y que me las cuenten a mí y que crezcan y las creamos para que sean verdad, para que cuando esté solo en mi pieza pueda dibujar esos rincones de colores, de blanco y negro o transparentes y a mi amiga en una esquina agachadita y sonriente…

Los días pasaron, los niños seguían triste, porque no podían verse, ni los paraguas les servían porque el viento los daba vuelta así que en secreto (incluso entre ellos) decidieron aburrirse para siempre, pero de una sola vez.

Mientras inflaban los cachetes cada cual en sus respectivos cuartos y aguataban la respiración, la nubes cambiaron de dirección y el sol iluminó el verde de los campos, miraron sonrientes las ventadas y bajaron apurados las escaleras se encontraron en la calle y sin abrazos de por medio se entregaron los regalos (que son secretos).

Jugaron mucho aquella tarde y hasta se olvidaron de que se querían aburrir para siempre, contaron cuentos con sus cuerpos, y escalaron montañas siniestras, hicieron una casa de papel y se pasearon por una guerra, fueron al río a mirar peces de colores y plantaron las semillas de un árbol, fueron a la tienda mágica por dulces en bicicletas y para llegar cruzaron un volcán en actividad a través de un puente que se quemaba… incluso construyeron una máquina del tiempo.

Pero se hizo de noche y muy cansados durmieron.

A la mañana siguiente, algo increíble pasó, algo que nunca nadie del mundo lo esperaba, un nave espacial aterrizó entre el patio de ambos, todos los vecinos estaban preocupados, porque no sabían que había adentro, aunque pasadas unas horas todos olvidaron el asunto y concluyeron que el aparato estaba vacío, sin embargo, y sin previo aviso, salió un extraterrestre gigante corriendo…

Era un poco más grande que papá, aunque dicen que mide unos cien metros, el pobre tiene que haber estado más doblado adentro de esa máquina chiquita… era realmente bonito, de su piel crecía algo peludo y suave, sus ojitos parpadeaban rápido y sus palabras parecían canciones de cuna, yo incluso lo quise abrazar, hasta que un ufólogo, que entendía esa lengua, dijo que sus intenciones era comernos, no sé cómo, pero en dos segundos me vi cruzando la ciudad en el auto de mi mamá, tuve miedo, yo me he comido muchas cosas y sé que nadie sobrevive a eso, y ahora que paró de llover quiero jugar para siempre… si hubiera aparecido antes este extraterreno, extraterrestre, bueno eso, mamá, no me hubiera dado tanta pena…


¡Ya me veo arrancando de sus dientes gigantes y deslizándome por su laringe para ser consumido por sus jugos gástricos igual¡ ¿Qué es eso de los jugos gástricos? Son unas cosas que derriten la comida y como nosotros somos la comida del extraterrestre… me quiero esconder, y si hacemos un hoyito al lado de…
Mamá, tengo miedo, no llore, mi niñita, todo va a salir bien… tú me dijiste que no existían los monstruos, bueno, me equivoqué.

Ya no podemos arrancar más, el monstruo se ha comido a casi toda la gente y no tenemos gasolina… Él abrió la boca inmensa y se comió a los niños y a sus padres de una vez, se los tragó, aunque lloraron y gritaron…
Lo que ellos no esperaban era que en las tripas del extraterrestre había un nuevo mundo en donde crear, con el cielo púrpura y las nubes alcanzables, en donde no había ni escuelas ni padres y la comida necesaria caía del cielo, el suelo es de muchos colores con puntos fosforescentes y todo podía ser con sólo imaginarlo.

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