COLEGIALA


En un rincón del colegio, sola, dando vueltas las páginas de un libro. El suelo lleno de polvo a ensuciado el mismo traje que ha usado durante los últimos doce años de lunes a viernes, de siete de la mañana a cinco de la tarde. Siente el pecho oprimido y cierra el libro. Prende música y camina por el reducido patio rodeado de altas murallas. Mientras algunos niños patean una botella, unas niñas bailan y otras se sacan las cejas, lágrimas caen de sus mejillas, es otra vez ese padecimiento inexplicable que se asoma a su rostro, a sus manos y que no la deja levantarse rápido cuando el despertador suena en la mañana. Seca rápido sus mejillas y se sienta a mirar el gris cielo, saca el estuche lleno de lápices gastados y intenta deletrear lo que siente, millones de razones ni una sola palabra que pueda contener la emoción, la incertidumbre, el miedo, la desazón de su pequeño corazón, aunque tenga muchos libros en su mochila y unos cuantos más en su mente, soledad infinita … infinita y ni una sola palabra. En la sala algunos papeles, algunos mensajes, un niño de sonrisa cálida que se asoma por la ventana para saludar, algunos problemas, la voz de la profesora distantes, ansias de huir de aquel lugar, muchas cosas en la mente, demasiadas ganas de llorar, qué más puede entrar en su cabeza . Demasiados sueños que rodeados por la neblina que tiene el camino del futuro dibujados tan claramente, tan nítidamente, tan indisolublemente que la atemoriza, nada de lo que está dentro de esos trazos que se empinan hacía adelante la convencen, ningún oído dispuesto a escuchar las angustias, demasiados problemas en el colegio, en la cabeza de sus compañeras, demasiadas madres ocupadas, padres ausentes, novios violentos, demasiados caprichos, demasiada publicidad, demasiadas actitudes mezquinas, todos actúan e interpretan, todos quieren un lugar, y sus lágrimas borrando lo que recién escribió, la saliva se seca, el corazón se detiene, se rompe de pasión, se vacía y comienza a latir suave nuevamente, como un pobre reloj de metal, mecánicamente, predeciblemente, rechaza ese tictac que emite su pecho, la inquietud crece, un lugar pide en el mundo, un lugar fuera del colegio, un lugar fuera de todo lo que conoce, a veces desea volar lejos, sentarse sobre un árbol y respirar o cavar un agujero en la tierra y hundirse en un tibio lecho con flores, en la suave y húmeda tierra de la que es hija, a veces quiere destruir todo, matar a sus compañeros, los odia intensamente, luego los comprende y la profesora ajena y distante sigue hablando de los números, de las cifras, de las proporciones, ignorante, desconocida, sobre ella, sobre todos los que están respirando el escaso aire que entra por las ventanas… la temperatura de la sala sube, los brazos están cansados, nadie está dispuesto a nada, en dos semanas más se termina el colegio, en dos semanas más… y estos doce últimos años luchaste por acostumbraste a algo de aquello, lucha inútil, ocho colegios en el cuerpo, demasiado desadaptada, demasiado … no estaba hecho para ti, eso lo sabes, ni el colegio ni nada de lo que está afuera de él, nada se ajusta a tu cuerpo lleno de ilusiones, qué más por hacer, la angustia es ese temor opresivo sin causa precisa, ese sofoco, doloroso sufrimiento… la angustia es lo que siente cada día desde que la vistieron por primera vez con ese vestido azul, esa corbata y esos calcetines hasta las rodillas… la incertidumbre de un futuro demasiado conocido que nunca te permitieron elegir.

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