ALAS


El camino por el cual transito está húmedo, creo que anoche llovió. Tengo los pies helados. Los árboles de este bosque son altos y se mecen con el viento que los hace temblar, sus copas están acopladas y difícilmente los rayos del sol alcanzan el suelo, entre pequeños resplandores distingo caminos de barrancos y piedras de polvo, a tientas ando buscando tus ojos que se vienen a mi mente a cada momento. Adónde te has ido.

Recuerdo haber bailado contigo sobre flores esta mañana, recuerdo tus besos en mi cuerpo, tus alas alzándose y alcanzando el cielo, tu mirada la recuerdo y cómo vi a tus ojos envolverme en aquellos sueños de hojas brillantes, como descubrimos el color de la miel de los árboles, como me hice pequeña y entré en un nido de avispas, cómo se apagó la noche y te perdí. De inmediato, sentí tu ausencia y escuché tu voz gritando mi nombre. Tus gritos silenciaron todo el resto del canto mundial, sentí una lágrima que mojó mi pierna y vi el último brillo de tu mirada clara perdiéndose rápido en el infinito verde.

Me siento ebria, no sé dónde estoy, reconozco todo, pero me siento aturdida, como recién despertando. El aire se torna espeso y comienzo a asustarme. Este no es nuestro lugar, lo han cambiado… me siento sobre mis rodillas, busco desesperada, reconozco tu letra en un pedazo de papel amarillo, me levanto y corro con los ojos cerrados, da lo mismo abrirlos en la penumbra.

Las luces se encienden. Tanta claridad me ha cegado, es como estar al lado del sol, me desespera el calor, la luz, el vacío. Mis ojos se acostumbran a la claridad gradualmente y comienzo a distinguir lo que hay frente a mí. Es tu sangre la que me ha cegado… dos mujeres bañadas en tu sangre.

¡En qué lugar me encuentro!

Permanezco dónde mismo, no tengo ideas en mi mente. Ellas me miran, pero no me ven, susurran y no puedo oír lo que se dicen al oído. Sigo sus miradas y te veo.

Tus cuatro extremidades están atadas a cuatro árboles lejanos. Nunca vi tus alas más esplendorosas, más bellas y salvajes que esta tarde. Nunca vi tu rostro tan triste tampoco. Las sogas de acero cercenan tu cuerpo, la sangre se escabulle veloz ¡Cómo no ven que te desangras! Intento llegar hasta ti, haría cualquier cosa para liberarte del dolor. Ellas siguen hablando y te miran, sé que sufres, tus ojos miran el suelo, quiero despegar, ir hacia ti, yo sólo espero que eches a volar y me sonrías desde el cielo, que me tomes entre tus garras y me lleves junto a ti a una montaña, a un hogar nuevo.

No puedo hacer nada. Estoy petrificada, nadie nota mi presencia, te grito, no me oyes… menos ellas.

No sé cómo rescatarte, siento las horas pasar sobre tu frente, veo como esperan tu muerte y se callan. Suplico que te liberen, pero ellas tampoco me ven. La más alta asiente y saca una lanza, que vuela y se clava en tu pecho, puedo escuchar como se detiene tu corazón, después de que me has mirado sonriente, lleno de paz… ahora vienen por mí.

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