HACIA LA NADA


Uno frente a otro se miran con disimulo en la sala de clases. Hoy es el fin para ellos y lo saben, por eso se miran con ternura y complicidad. Se sienten cobardes, ninguno de los dos tiene las agallas para mostrar su amor al mundo, tienen miedo a ser separados, al rechazo, a la falsedad de las personas que les tenderán la mano y luego, por la espalda, condenarán su idilio.

Se sienten vivos, tienen trece años y un año atrás, antes de descubrirse, toda una vida por delante. Esta mañana, para el resto del octavo básico, ellos sólo son un par de amigos como muchos otros del lugar, pero ellos son mucho más que eso.

Cuando la campana sonó Miguel tuvo miedo, pero ahí estaba el Rubén frente a él, delante de él, para siempre con él. Caminaron juntos en silencio varias cuadras, Rubén con la vista en alto y Miguel mirándolo, lo admiraba, incluso por no temer a lo que vendría.

Iban a llegar al lugar escogido. Miguel se detuvo, Rubén se percató tres pasos adelante y regresó por él.
- ¿Tienes miedo?- se enterneció- yo puedo comprender que tengas miedo, también siento eso, mira mi mano, tiemblo, pero quiero vivir eternamente contigo y si no es posible morir abrazándote. De todas maneras si te arrepientes es la hora de decirlo, en cualquier momento puedes hacerlo, nadie te puede obligar…
Sonrió, Miguel, que era más bajo, lo abrazó por el cuello y lloró un poco, sin disimular como Rubén que, endureciendo su rostro, secó sus mejillas a espaldas del pequeño. Entraron de la mano al edificio donde vivía Rubén, un par de personas los miraron, pero a esas alturas no importaba.

Estaban otra vez frente a frente, morían el uno en el otro justo donde nació su amor, sudaban asustados y temblorosos. Lloran libremente ahora condenados a no ver sus cuerpos fundidos por el amor, se critican por cobardes y luego se alientan con un beso.
- Ya es hora- Acaricia Rubén el pelo negro de su compañero- cierra los ojos.
- Dame la mano- suplica Miguel sin parar de llorar- tengo miedo.

Rubén ve a su amigo cerrar los ojos, siente su mano tibia apretar la suya, se acerca con cuidado y lo besa suave un millón de veces, lo acaricia, lo abraza y se aleja mirándolo eternamente y pone el arma en su cabeza, Miguel arruga la expresión de su cara y por las mejillas de ambos caen lágrimas mientras el cuerpo cae el piso con la cabeza perforada.


Era débil su amante, era débil, frágil y sensible…pero, además, era él lo que siempre buscó y que encontró en ese pequeño víctima de las burlas. Se arrepintió de lo que venía, pero pensó en las represalias y en la dulzura de su amor, pero más que en nada en la certeza de que no podría ser feliz más que con él, fue más que suficiente afirmar la pequeña mano de Miguel y se fue del mundo que los dividía. Se fueron juntos hacia
la nada.

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