Los volantines
Cuando cierro los ojos y luego los abro, escucho su risa, es distante, como si me llamara desde otra dimensión, desde el otro lado de la muralla. Por ejemplo, ahora, mientras leía este libro, sentí correr a alguien en el piso de arriba, escuché una voz susurrando una canción y a una pelota rebotar por el comedor de mi casa. Nunca la he visto, su sombra se me escapa, sé que juega conmigo. Qué cómo sé que es ella… es tan simple, lo siento, no puede ser nadie más…
A veces sueño, me gusta soñar… me da miedo que se transforme en una obsesión o en algún rasgo sicópata… a mí no me gustan las niñas, sólo es ella… si estuviera aún, tendríamos la misma edad. Cuando la veo en los sueños, sus pies se mueven una y otra vez, mientras salta la cuerda, veo sus calcetines blancos, sus zapatos de charol, la cuerda de colores, y escucho las canciones a las que solía cantar mientras yo jugaba con mis autos diminutos en la vereda y la tierra se cruzaba por la carretera que había pavimentado entre los árboles y los postes de luz. Me desespero cuando abro los ojos… será que ella representa mucho para mí, ese tiempo que se quedó atrás, la emoción de salir a la calle a correr, de mirar mis juguetes y creerlos vivos… nombrarlos, sentir el espacio tan pequeño y todo para mí. Dulces, chicles, papas fritas de cien con mostaza, la polera manchada con helado, las rodillas partidas, las zapatillas gastadas en la punta, las manos con tierra, la pelota amarilla, mi mamá joven aún mirándome por la ventana de vez en cuando, el olor a comida, las hojas en el suelo, la micro amarilla, los amigos de siempre, mi primo volándose en la esquina, mi papá divirtiéndose con sus amigos, mi abuelo haciéndonos columpios en los árboles o lustrando sus zapatos, mi abuela arrastrando sus piernas de almacén en almacén…Lloro tanto cuando sueño con ella, recuerdo todo eso, a la gente que no volverá… A ella y su pelo castaño, sus palabras inventadas, su forma de convencernos, sus mentiras inocentes, el vestido con vuelos o el short manchado… corriendo por los hoyos, que lugar más tenebroso, esos cerros de basura, las quebradas, las casas apena de pie, el teléfono de la vecina… nadie más tenía teléfono aquí.
Y el olor a primavera, el cielo despejado, ahora no me gusta la primavera, antes la esperaba todo el invierno con la estufa prendida en mi casa, comiendo sopaipillas y mirando la lluvia. Tampoco me gustan los volantines.
Siempre despierto con sueño, no puedo seguir leyendo, no puedo estar en silencio, no puedo estar sin ella, me acompaña en todas partes. ¿Me estaré volviendo loco, será normal esto? Han pasado tantos años, me llevaron a tantos psicólogos… que al final nunca más dije nada. Estábamos tan tristes, no podíamos jugar sin recordarla por mucho tiempo… poco a poco todos la olvidaron, pero de acá no sé fue, sigue en este barrio.
Aquel día…cuántas veces lo he recordado, en el fondo me gusta, me gusta recordarlo todo y ver si no existe algún detalle… maldito masoquista. Habíamos jugado en mi casa toda la mañana, era septiembre y no teníamos clases, estaban los de siempre, mi mamá nos llevó jugos al patio, y de pronto llegó mi abuelo con tres volantines, nos emocionamos tanto. Le pedimos permiso a mi mamá para ir a elevar, corrimos todos, con los palos para rescatar los que se iban, el abuelo salió a acompañarnos, pero por razones obvias no nos seguía cuando corríamos tras el cortado… mandamos uno que estaba cerca, corrimos, ella iba atrás, yo la escuchaba correr, mirábamos el cielo, las nubes, arriba, nuestra mente estaba alto, nuestros pies corrían hipnotizados, yo miré que venía el camión, siempre fui más precavido, ella no… nadie más que yo volvió a escuchar su risa.
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