Encuentro fugaz
Era una noche como todas las noches. Yo esperaba un auto para llegar más rápido a casa. Mis amigas se burlaban de todos los que pasaban y hacían gestos obscenos, se tocaban entre ellas y reían demasiado fuerte. Estábamos desarregladas, con los labios morados y aliento a cigarro.Quería llegar luego a casa. A esa hora la gente está más inquieta que de costumbre, diría que un poco desesperada y no se debe esperar mucho para toparse con alguna experiencia violenta... y eso a mí me perturba. Odio la sangre, los gritos... siento que no puedo estar de pie viendo algo así y lo he visto más de una vez en los paraderos de madrugada. Por lo mismo, estaba en silencio, miraba la hora constantemente y sólo sonreía con las palabrotas tantas veces oídas durante la noche. Hacía frío. Hacía demasiado frío. Respiraba hielo y mi abrigo no me mantenía lo suficientemente tibia, recuerdo que tiritaba inevitablemente.
Derrepente la vi. No. La miré fijamente, dejé caer el cigarro al suelo, lloré un poco, no lo podía creer. Era ella. Estaba segura. La miré tanto... sentada en el suelo con su vestido negro, sin zapatos, con los labios mal pintados, el cabello despeinado, durmiendo sobre su propio vómito, con las pestañas tiezas de rimen, el cabello con una gran raíz y las panties rotas... era ella. Estaba segura.
No sé como explicarlo. No la veía desde hace años. Desde que se despidió para siempre, cuando todavía usaba corbata. Siempre le gustó tomar solo, yo lo veía hacerlo a menudo con la mirada perdida y triste. Como si algo faltara en su vida.
Llegó el taxi. Me fui, no pude dejar de mirarlo, ni sacarlo de mi mente... aún lo amaba tanto. Siempre quise que volviera.
A la noche siguiente fui por él. Di vueltas por aquí y por allá y lo divisé esperando a alguien en una esquina. Lo miré horas y horas desde mi auto. Nadie venía por él. Pasaron unas horas y tras sacar constantemente una botella de su abrigo, ya no se podía mantener en pie. Fui por él. Me sonrío extrañado. Le dije que supusiera que era como los otros... y se subió al auto. La llevé a mi casa. Apenas pronunciaba palabras, pero entendí que no comprendía por qué la había llevado a ahí... quería mirarla, era tan difícil de entender.
Se quedaba mirándome fijo de pronto y yo pensaba: Sí, papá, soy yo... pero no decía nada. Nunca dijo nada. No sé si me reconoció. Lo dudo. Se durmió. Lo tapé. Quise que se sintiera acogido. No quería que partiera de nuevo. Lo miré la noche completa. Tras ese maquillaje aún estaba quien me había enseñado a leer, quien jugó conmigo. Y lloré en silencio por no poder detenerlo y no dejarlo ir nunca. Me hizo tanta falta. Me dolió tanto su ausencia. Todo este tiempo quise encontrarlo.
El sol salió y él abrió los ojos. Le ofrecí la ducha. Me sonrío extrañado. No hizo preguntas. Praparé el mejor desayuno que tenía para ofrecer. Se lo comió todo sin decir palabras y me sonreía. Luego se quiso ir. Yo no lo detuve. Me abrazó con fuerza como la vez anterior y nunca más lo volví a ver.
Derrepente la vi. No. La miré fijamente, dejé caer el cigarro al suelo, lloré un poco, no lo podía creer. Era ella. Estaba segura. La miré tanto... sentada en el suelo con su vestido negro, sin zapatos, con los labios mal pintados, el cabello despeinado, durmiendo sobre su propio vómito, con las pestañas tiezas de rimen, el cabello con una gran raíz y las panties rotas... era ella. Estaba segura.
No sé como explicarlo. No la veía desde hace años. Desde que se despidió para siempre, cuando todavía usaba corbata. Siempre le gustó tomar solo, yo lo veía hacerlo a menudo con la mirada perdida y triste. Como si algo faltara en su vida.
Llegó el taxi. Me fui, no pude dejar de mirarlo, ni sacarlo de mi mente... aún lo amaba tanto. Siempre quise que volviera.
A la noche siguiente fui por él. Di vueltas por aquí y por allá y lo divisé esperando a alguien en una esquina. Lo miré horas y horas desde mi auto. Nadie venía por él. Pasaron unas horas y tras sacar constantemente una botella de su abrigo, ya no se podía mantener en pie. Fui por él. Me sonrío extrañado. Le dije que supusiera que era como los otros... y se subió al auto. La llevé a mi casa. Apenas pronunciaba palabras, pero entendí que no comprendía por qué la había llevado a ahí... quería mirarla, era tan difícil de entender.
Se quedaba mirándome fijo de pronto y yo pensaba: Sí, papá, soy yo... pero no decía nada. Nunca dijo nada. No sé si me reconoció. Lo dudo. Se durmió. Lo tapé. Quise que se sintiera acogido. No quería que partiera de nuevo. Lo miré la noche completa. Tras ese maquillaje aún estaba quien me había enseñado a leer, quien jugó conmigo. Y lloré en silencio por no poder detenerlo y no dejarlo ir nunca. Me hizo tanta falta. Me dolió tanto su ausencia. Todo este tiempo quise encontrarlo.
El sol salió y él abrió los ojos. Le ofrecí la ducha. Me sonrío extrañado. No hizo preguntas. Praparé el mejor desayuno que tenía para ofrecer. Se lo comió todo sin decir palabras y me sonreía. Luego se quiso ir. Yo no lo detuve. Me abrazó con fuerza como la vez anterior y nunca más lo volví a ver.
Comentarios
Publicar un comentario