Fiesta

Cerca de la orilla del río, miramos el cielo acostado, no es un río muy bonito, sus aguas van turbias y marcadas por la ciudad, me siento como ellas, pienso que mi cuerpo se ve así por adentro, que cuando muera y me abran para justificar mi muerte (que a esas alturas dará lo mismo), mis pulmones estarán grises por lo cigarrillos que otros han fumado y mis tripas estarán atascadas de basura, y mi sangre… para que seguir, me da asco. Vamos directo al cementerio, eso lo sabemos, es la única verdad que tenemos esta tarde en donde hemos tratado de liberarnos de todas las demás, de las aprendidas, de las que todos saben… yo en el fondo creo que no existe ninguna verdad… aunque cuando estoy contigo siento que lo que siento es mi verdad como que digo y pienso… no creo que sea la verdad absoluta pero es la mía en este momento, innecesaria en otros momentos y dispuesta someterse a cambios, aunque debo confezar que espero que no hagas nada para ayudarla a cambiar.

Quisiéramos tener miedo y, en vez de eso, sonríes y yo me burlo de cómo el agua moja nuestros cuerpos sudados, nadamos entre la mierda, nadamos más sucios y contaminados que nunca, por lo menos más visiblemente. La gente se paraliza en cada esquina congelada y, nosotros desnudos, libres de pudor, estamos mojados de sudor. Es verano y llueve levemente, no percibimos las gotas, parecen esquivarnos, es que en tanta humedad nadie se detiene a pensar de donde viene esta agua o aquella. Tal vez sería mejor tener miedo como antes, las nubes que nos hicieron sonreír se alejan tras la montaña, tu aspecto es diferente, nunca pensé verte así, casi moribundo. Creo que estoy igual, por lo menos del alma al verte. Te llevo a la orilla del canal, bajo las sombras de tu rostro, tu sonrisa permanece, tomas mi mano y corremos en picada por los cerros de basura. El cementerio está más cerca, el viento me eleva, no te percatas de que estoy volando tomada de tu mano, siempre miras hacia allá, hacia el fin. Te detienes frente a la puerta, es ahora o nunca, tu piel se ha vuelto oscura, tu cuerpo frío. Creo que ya estás muerto. Tengo ganas de bailar ¿me acompañas?, es la última vez que bailaremos abrazados.

Puedo sentir tu felicidad y por eso me rehúso a llorar, quiero dedicarme a tus últimos momentos o a los primeros fuera de tu cuerpo, dentro de tu piel. Desde el cielo caen serpentinas, es nuestra fiesta a un paso del olvido. Bailaría contigo hasta que el cementerio seamos nosotros, nosotros los bípedos. Abro los ojos un momento, de dónde sale toda esta alegría, entre el mundo hecho hielo, estamos nosotros bailando abrazados, por tu partida. Pero ya es hora de seguir avanzando. La puerta cruje cuando la abro, detrás de mí vienes tú. Esto no es lo que esperábamos, pero ya estamos acá, por lo menos hemos sobrevivido a la curiosidad... ¿O no?...

Es el suelo ahora el que se eleva, se rompe la tierra bajo nuestros pies y sobre ella nuestros cuerpos desvanecidos. Mira como suben nuestros cuerpos. Mira como se van lejos, quizás suben, quizás bajan, quizás se pudren simplemente y son abono y alimento. Lo único cierto es que no están, que los vemos desaparecer. Es bueno saber que permanecemos aquí pero, por qué.

Eres el mismo de nuevo. Cerca ce la orilla de río miramos el cielo. Vamos directo al infierno. Nunca he vuelto a sentir miedo ni siquiera en aquella fiesta, ni siquiera en nuestra muerte.

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