La chinchilla y la bruja





La noche cayó de pronto, no alcanzó a darse cuenta. Las voces nocturnas comenzaron a cantar tras los matorrales y el fuego de la chimenea chispeaba voraz. Volvió corriendo en medio de la lluvia para no ser atrapada por la penumbra. Traía lo que le había pedido aquella señora que la estaba ayudando. Se saco el vestido y lo dejo cerca de la chimenea. Los calcetines blancos empapados dejaban ver la silueta y el tono de sus dedos. La mujer salió de la cocina y la miró sonriente. Por fin podrían llevar a cabo el plan. Pasaron un par de horas deambulando por la pequeña casa a la luz de la chimenea y una lámpara. Debían dejar todo listo para el día siguiente. Matilda estaba inquieta, atemorizada tal vez, sin embargo, calló y seguía las instrucciones de la abuela que parecía ser más experta en todo. Cuando acabaron de organizar los materiales y de revisar el plan, cada una se dirigió a su lugar de reposo y apagaron la lámpara. Ahí, en media de la oscuridad y el silencio no pudo escapar de sus pensamientos. Hace unos meses la había conocido. Matilda trepada a un árbol leía cuando un cuchicheo la distrajo, pensó que eran sus tripas, pero el cuchicheo comenzó a tornarse penoso así que sorprendida descendió a descubrir quién emitía tan singular lamento. Agachada entre las ramas oía atenta para poder localizar de dónde venía el ruido, hasta que la hallo, pequeña en el centro de un tronco muerto. Era una pequeña Chinchilla asustada. Se miraron. Matilda olía a nueces y frambuesas y la pequeña, presa del apetito, entonó un canto para comunicarle que padecía. Matilda le mostró sus palmas vacías y la Chinchilla se abalanzó a su regazo. Matilda sonrió impresionada y la llevó a su casa. Le ofreció a su invitada un gran banquete que comió insaciable. Luego, le ofreció hospedaje y más tarde su amistad. Ahí había comenzado todo y ahora estaba asustada esperando poder rescatarla. Antes de lo que esperaba, la anciana le toco la cabeza para indicarle que era tiempo. Salieron al bosque. Desnuda mirando la oscuridad del cielo, sentía a la abuela impregnadola con un ungüento pegajoso. Cuando el primer rayo de sol toco su pecho este comenzó a elevarse poco a poco, su corazón evaporado la elevó, de pronto se vio transparente sobre la abuela convertida en viento, le acarició las mejillas a ésta para expresar su agradecimiento y partió. Cuando se alejaba, la escuchó diciendo que todo estaría donde ella confiara. Viajó con el viento del que formó parte hasta la cabaña donde la esperaba su amiga, entró por la chimenea como una violenta ráfaga. El cazador sintió frío envuelto por Matilda que soplaba y soplaba, y entró a su habitación por una chaqueta. Matilda beso a la Chinchilla, que ya la había reconocido, y ésta poco a poco comenzó a vaporizarse en su pecho, partieron ambas huyendo por la chimenea. Era limitado el tiempo y única la posibilidad. La abuela le había dicho. - Nunca más podrás hacer esto y la magia siempre dura un breve tiempo. Así que intentaron alejarse lo más posible. De pronto, se desplomaron al suelo, la Chinchilla lanzó un alarido de dolor y miedo. Matilda, luego de revisarla y calmarla con la mirada, recordó y confió y un vestido apareció en un árbol. Sonrió. Matilda se puso el nuevo vestido y vio sus manos envejecida. La Chinchilla en su regazo se hizo una niña de pecho que la miraba con ternura. Así huyeron, noches y noches, topándose con distintos cazadores. Camufladas lograron vencerlos y volver a la cabaña.

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