Me bajé del tren

Dicen que hay un tren que pasa en cierto momento de la vida y si no llegas a tiempo o estas distraída, se te va y pierdes la oportunidad de llegar.
De llegar a la alegría.
Yo creo que tomé ese tren, pero me bajé y en esa decisión me brotaron canas y se cerraron angustias.
Mi tren era bonito, me llevó por lindos paisajes de los cuales guardo fotografías en las que luzco sonriente.
En mi tren, no se pasaba frío ni hambre, de hecho las comidas eran banquetes y los desayunos contundentes. Los abrazos… de esos mejor no me acuerdo, que a ratos quisiera volver a subirme.
Me bajé del tren porque me aburrí.
 La gente que me acompañaba aún lleva la boca abierta de sorpresa. Pero sí, me aburrí, ese tren no tenía sentido sin mí y yo no quería darle sentido a un camino de rieles rígidos. Claro que siempre se planteó la posibilidad de cambiar la dirección de los rieles, de buscar nuevos caminos, pero a mí los asientos me tenían la cola destruida y el ritmo y el sonido monótono.
Cuando me bajé quise conocer la nada. Un territorio expansivo. A ratos vuelvo a la línea del tren, porque me canso del frío y el hambre,  o porque me siento demasiado desorientada, y es bueno descansar sabiendo que vas en dirección distinta al abismo.
Descansar en la línea con una copa de vino, manteniendo la cautela.
La soledad pesa. 
El tiempo pesa.
Lo disfruto. Aprendo a disfrutar mis elecciones de a poco. Quiero hacer mi camino, mis lazos… desprenderme, desapegarme…
A ratos busco hermanxs para que nos acompañemos mientras caminamos y podamos reír mirando el cielo inmenso, aunque nuestros rumbos sean distintos.
No quiero que nadie me acompañe hasta el final, no quiero pedírselo a nadie, aunque en las durezas del camino añoro una mano amiga que me regale una silueta de despedida más tarde y bonitos recuerdos.
Las miradas dulces, esas miradas en las que me refugio durante las horas más tediosas y los besos repartidos que me consuelan.
Del tren a veces recibo cartas. Me hacen sonreír y hasta me pongo nostálgica, pero no me arrepiento, el viento en la cara no tienen precio.
Mis tiempos… mis batallas, mis caminos, mis certezas… los miedos que no me detienen, mi historia… mi amor que me hace fuerte.



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