Estamos existiendo

Merlina caminaba a la esquina señalada, hace poco se había mudado de vida, como tantas veces, la posibilidad de volver a empezar, la existencia que se siente, se vive ilimitadamente, caminaba con el vientre apretado a encontrarse con un muerto que revivía constantemente en diálogos inventados. Cada cosa que hacía, cada sueño que inventaba, cada idea creada se la contaba en secreto a él detenido en lo infinito del recuerdo, a él o a lo que hizo de él en su mente. Su historia, años y años de juveniles aprenderes.
Yo te conocí hace quince años, jugabas a los tasos y tenías mal genio. Me gustaba tu sonrisa, tu pelo y tus pecas. Me gustaba tu mirada firme y tus temerarios momentos. A veces creo que me gustaba porque añoraba ser como tú y menos como yo… tú un poco despreciado por el mundo adulto, por el que nadie daba nada mientras avanzaba en inquietas aventuras, yo siempre tan correcta y con tantas ansias de fugarme de la perfección… las invisibles cadenas que aún llevo.
Yo te quise con unos sueños que Merlina no encontró en tus palabras… tú me hablaste de libertad, de fuegos para renacer, divulgando mundos nuevos.
Merlina te miró asustado, frío y lejano, llevando la vida como un peso, con un lamento constante y una apatía justificada,  a mí me pintaste tantos sueños en las murallas y de Merlina te burlaste por nombrarla… por decirla, por amarla, por desearla, por construirla en cada pensamiento y movimiento…
Ahora no sabe si se lo inventó o simplemente se fue.
Dónde te fuiste en todo ese tiempo… donde se fue tu fortaleza y tú pasión… las calles que me narraste en esos parques mientras te miraba comiéndote el alma de ganas de todo. Cuántos poemas te escribí sobre tu odio hacia el mundo, sobre tu rabia que me enamoraba y la dulzura de tus ojos que en un instante se transformaban cuando me mirabas.
Ahora ella se encuentra con tus ojos apagados en monótonos momentos y una resignación que no enciende nada, aunque se empeñó en volver a ellos, aunque construyó nuevos momentos e intentó sopesar lo que antes te negó.
Ella sabe que mintió, que no fue capaz, que no quiso… pero supo también que eras mucho para ella, un arrojo al que no estuvo dispuesta y al cual recurría constantemente cuando la realidad no le era suficiente, ese mundo paralelo al que se negó cuando te dijo que no… que no podía renunciar a la realidad que la capturaba.
Hasta ahora, hasta ayer, cuando amanecimos juntos por tercera noche, constantemente quise volver a ese punto y no negarme a vivir aquello que me contabas mientras jugábamos a tirar piedras a un tarro, mientras corríamos de algún viejo con un palo, mientras nos toqueteábamos en los parques, mientras caminábamos de la mano borrachos por las noches hace ya tantos años.

Y se dio cuenta que no se puede detener nada en el recuerdo, porque no somos, estamos existiendo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Decidir por la muerte

El impulso