Vestido Azul

Ella se me acercó, era de esas noches grises y pesadas, yo iba a algún lugar con mis padres siempre distraída mirando el piso, imaginándome en otro lugar como es habitual y ella se acercó a pedir ayuda.
A mí no me gusta hablar con desconocidas, pero al parecer la gente siente deseos de acercarseme a hablar, intenté no tomarla en cuenta pero no pude, sus ojos negros y sus risos, sus mejillas y el vestido azul, la fuerza de mirada, su decisión expresada en su desenvolvimiento, la fortaleza que emanaba de sus deseo...a veces siento que está a mi lado o cierro los ojos y la veo.
No sé de dónde es, si de este mundo u otro, no sé dónde estuve cuando la encontré, pero en ese entonces estaba frente a ella, en el suelo de cemento mientras intentaba convencerme de que estaba muerta.
Para probarlo, me pidio que la tocará y la apreté a la altura de los hombros, evidentemente era más blanda que yo, de una textura única, me asusté, pero aún así dudaba.
Me pidió ayuda y no sé decir que no.
Me dijo que quería vivir, que la ayudara y no pude ser indiferente a su angustia. Me relató un plan bastante arriesgado y con ese dolor de guata propio del miedo la oí atenta, sin dudas.
No nos conocíamos, pero nos hermanamos en las ruinas.
Corrí por un pasillo también gris, sentía gente cerca de mí que intentaba detenerme, pero en mi interior el convencimiento era lo único que me movía, ella me dio un frasco  e instrucciones claras.
Entré en la habitación de hospital.
Al centro una cama de dos plazas, dos cuerpos, un hombre dormido y ella.
-          Ves, te lo dije, ese es mi cuerpo- Me dijo. El escalofrío me hizo temblar, no podía retroceder, le descubrí la sábana que la tapaba y la halle amordazada con una tela negra, debía sacar la mordaza pero una mezcla de pudor y náuseas se me subieron a la garganta al imaginarme el estado de su cuerpo.
Cerré los ojos, bajé la tela y le puse el frasco en la boca. Abrió los ojos y su cuerpo se despertó, me abrazó feliz, el hombre que estaba a su lado había despertado. Faltaba la segunda parte del plan, ellos debían tener un encuentro sexual, caminé hacía atrás para dejarlos. Pero no pude.
Él, sobre ella intentaba forzarla a ser penetrada, ella lloraba y gritaba desesperada.
-          -Me gusta la vida, pero no puedo vivir con tanto dolor- creí oír y la incógnita entre la vida y la sobrevivencia abrió un abismo en mí cuerpo, enseguida  miré su cuerpo, le faltaba un pie y las sábanas blancas se cubrían de sangre, no podía dejarla así, me impulso el deseo de consolarla, de protegerla. A él parecía no importarle y me dolía porque entendí que se habían amado.
Lo empujé y lo saqué de ahí, sin explicar nada, el hombre no quería explicaciones solo deseaba aferrarla a la vida. Lo eche como pude y luego volví a ella.
Tenía miedo. Supe que soñaba, pero no quise despertar.
La tomé entre mis brazos, le acaricié sus ojos llorosos que amaban la vida y el placer y sentí su dolor, la contuve en mi pecho mientras tocaba su pelo, sabía que no despertaría hasta dejarla en calma y canté una canción, como cuando acuno a mis amores, ella la conocía y la cantó mientras se dejaba llevar por la muerte con una sonrisa.

Cuando supe que ya no sufría decidí desperta y encontrarme con el corazón agitado en medio de la cama.

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