El auto familiar siempre fue uno de los pocos espacios de compartir, los traslados compensaban, en algo, lo que el dinero y la lucha diaria por obtenerlo, nos arrebataba como criaturas de entre cuatro y siete años. Compañía y mimos. Un día así, conté algo como esto: - Tuve un sueño anoche. - En serio y qué soñaste. - Soñé que estaba embarazada y tenía gemelos. El siguiente silencio me dio a entender la desaprobación de lo que mi inconsciente estimulado por las muñecas que adornaban las repisas de mi pieza habían construido para mí la noche anterior. Mi padre, que siempre fue de sermones, nunca de gritos y golpes, comenzó con uno de ellos. - Tú no debes pensar en eso, debes preocuparte de estudiar, no de tener hijos, si eres tan chica. - No, si tienes hijos, se te acaba la vida, tienes que estudiar, trabajar, conocer, viajar primero. Escuché. Recepcioné el mensaje que años más tarde sería repetido de forma incesante hasta por mí misma. Yo no te voy a cuidar hijos. Cabras de mierda,...
tan lindos tus dibujos.
ResponderEliminarpia, creo que dejé de ser ciencias sociales.
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